El escriba americano y el donante inglés

Por Mauricio Runno

Hay dos noticias recientes, o no tanto, porque se trata de gestos fuera del tiempo. Pero serían, cómo decirlo, ¿contemporáneas? Dos casos que a mi me divierten tanto como me intrigan, casi como el cine, la tele y la música de EE.UU. Tal vez haya en estas historias más que un mero relato periodístico. Es un mundo que, a veces, funciona sin preconceptos, y funciona bien, y hay lugar, por el momento, para todos. El mundo como lugar agradable. Es al cabo una idea, hoy, en disputa.
En ese mundo hay una persona de 27 años que "lee mi mente", afirmó Obama. ¿Joven? ¿Marciano? ¿Quizá prodigio? ¿Algo de todo eso? Es el nada ghost-writer Jon Favreau, que escribe hace meses los discursos del ahora presidente. Un comentario gracioso fue el que le dirigió el vocero del presidente, Bill Burton, cuando le preguntó, afirmando: "¿Te das cuenta que lo que estas escribiendo lo colgará la gente en sus habitaciones?".Favreau trabajaba para el ex candidato John Kerry, apenas graduado en Ciencias Políticas. Hace 4 años conoció a Obama, quien lo llama Favs. En los 18 meses de campaña electoral, el escritor, y también poeta, trabajó duro. Y aunque parezca una rareza, por las proyecciones y tendencias de encuestas, el día de las elecciones Favreau preparó dos borradores de discurso para el candidato: uno para la victoria y otro para la derrota. Cualquiera diría que el método Menem era más canchero: saludaba a los dos candidatos por igual y listo el pollo.
Pero no es por canchero que este hombre de 27 años se ha transformado en un ejemplo. Para delinear el discurso de asunción estuvo varias semanas visitando a historiadores y estudiando los discursos de los ex presidentes. Nada de lo dicho parece ser obra de la improvisación o la espontaneidad. La política no tiene corazón, pero los que la hacen, a veces, experimentan un deja vu que les recuerda que cargan con ese músculo sano que necesita acción.
¿Cómo fue contratado? El mismo Favs cuenta la primera cita laboral, que decidiría su rumbo, a la hora de responder acerca de su método de escritura: "No tenía una gran teoría. Le conté que cuando lo vi en la Convención de 2004, lo que realmente me maravilló fue que contó una historia desde el principio hasta el final del discurso -una historia de su vida y de cómo encajaba en la historia general de América-. Y lo construyó hasta un punto en el que la gente quería aplaudir, sin tener que recurrir a frases forzadas para generar aplausos. Y los demócratas no habían hecho eso. Eso es lo que quería hacer".
Volvemos a la Argentina. Azul, junto con Tandil y Olavarría, diseñan una suerte de triángulo de las Bermudas, dislocado. Es una zona importante de la Argentina profunda. Bastante misteriosos son esos paisajes y sorprendentes, acaso un mandato histórico que les asigna ser una de las zonas más interesantes para la geología y estudios afines en el país, para no hablar de los rasgos de culturas que existieron hace más de un milenio. Entre esa mezcla, más la presencia omnipresente de Enrique Larreta, con su obra increíble en la estancia Acelain, y el paso del polaco Gombrowicz por allí (buscaba cura para una enfermedad pulmonar), está permitido hablar de cierta relación de esos aires con los otros, los literarios.
Y entonces hay que recoger la segunda noticia. Y decir que en Azul existió un señor, abogado, Bartolomé Ronco, que, además de desarrollar el Derecho era un cervantino de fuste. Su colección comienza a reconocerse desde no hace mucho tiempo. Su pasión fue coleccionar ejemplares de "El Quijote", los más o menos comunes, los raros, pero, principalmente, los más antiguos. El bibliófilo atento sabe a lo que me refiero.
Desde hace unos días, por virtud, gracia y arte (¿será en ese orden?), el escritor británico Julian Barnes donó el ahora ejemplar más antiguo de ese museo, ni más ni menos que la primera edición traducida al inglés, en 1675. Parece ser éste un gesto importante de Barnes, más allá de lo evidente. Es que el año pasado estuvo en Azul, con su mujer, Path Cavanagh. Allí conocieron la colección Ronco y se enteraron que desde 2005 Azul había sido declarada Ciudad Cervantina.
"Esta edición de 1675, de Tomás Shelton, es la primera traducción inglesa de El Quijote y es presentada a la Casa Ronco en memoria de mi mujer, Path Cavanagh, quien compartió el placer de visitar la Casa en enero de 2008". Es lo que apenas comentó el escritor, homenajeando a su esposa, una importante agente literaria.
Si un treintañero puede escribir el pulso del momento, el eco de una época, las frases que hacen o harán historia, y si un escritor inglés es tan discreto como educado en ayudar a completar una biblioteca "considerada la colección cervantina privada más importante de América Latina", el mundo parece, a veces, ser más generoso, más inteligente, y quizá por eso mucho, mucho menos cruel.

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